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capítulo II: UN ESQUIMAL EN EL SAHARA

Sé paciente, porque yo no soy escritor, aunque me divierta fingirlo. Disculpa si pierdo la batalla por mantener a raya las hipérboles y la pomposidad de la prosa y avancemos juntos por el laberinto, si es tu deseo, pasando por alto mi presunción literaria.

Tomaba café mientras leía el periódico, una mañana de marzo del año 2016. Era tal la dulzura del momento en aquella plaza, no diré cuál, que las palomas que sitiaban la mesa, se alborotaban al pasar las páginas de mi diario. Jugaba con la idea de no ahuyentarlas al hacerlo cuando, una imagen captó mi errática mirada al instante, al tiempo que una nube, en extraña coincidencia, lo agrisaba todo. Era la foto de lo que parecía un fantasma con tubos, sentado al borde de una plataforma flotante, que estaba a punto de sumergirse en las aguas del río Pisuerga en Valladolid.

La noticia hablaba sobre la recreación de la primera inmersión prolongada de un buzo en el mundo.

Pensé que un buzo en Valladolid era como un esquimal en el Sahara. Recuerdo la sensación estimulante de la inefable señal que anuncia la llegada de una gran historia y quise saber más, quise saberlo todo.

Anudo en la pata de la mesita de aquel café, el nuevo hilo de Ariadna.

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