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Capitulo I: El laberinto

A quién pueda interesar; desconozco qué misteriosos hilos te han conducido hasta aquí. Desconozco todo sobre ti y aun así estoy en condiciones de asegurarte, que no serás la misma persona si decides permanecer hasta el final.

Perdona si prefiero permanecer en el anonimato. Aun hoy, tengo la sospecha de que alguna amenaza, aunque incierta, posible, planea sobre los que osan destapar lo que debe permanecer oculto.

Jamás imaginé que una intriga tan desconcertante pudiera mantenerse, al mismo tiempo, visible y oculta en la epidermis de la Historia, separada por una veladura sutil o por una fina capa de irrealidad aparente. Quizá el axioma de Edgar Allan Poe, “el mejor escondite es el que está a simple vista” pueda ayudarnos a entender qué propósito fluye entre lo evidente y lo camuflado.

No estoy seguro de exponer el relato en la conveniente disposición. Dudo del correcto orden a seguir. Creo que sería más fácil recorrer el laberinto y encarar al Minotauro, que desenmarañar los complejos vericuetos que componen esta historia.

Al igual que Teseo iré desenrollando el hilo de la trama, aunque ahora me parezca una labor de locos. Imploro al mismísimo Neptuno para que dibuje con su tridente la senda más directa, más certera, que me ayude a darte a conocer la extraordinaria leyenda de la Hermandad de la Medusa.

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